https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-92272000000100007
Revista chilena de neuro-psiquiatría
versión On-line ISSN 0717-9227
Rev. chil. neuro-psiquiatr. v.38 n.1 Santiago ene. 2000
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-92272000000100007
Rev Chil Neuro-Psiquiat 2000; 38: 44-50
Artículo Docente
Estudio clínico inicial. (Primera entrevista)
Initial Clinical Study. (First lnterview)
Hernán Davanzo
Facultad de Medicina, Universidad de Chile y Asociación Psicoanalítica Chilena
Dirección para correspondencia
The initial clinical study (ICS) first interview opens a very important interpersonal relationship, whose professional aim consists of the simultaneous formulation of a diagnosis, prognosis, and therapeutic project. The interviewer establishes and maintains the appropriate setting, being able also to attend to urgencias that may arise. Before the closure of the session, he/she may ask for laboratory tests, set up other medical appointments, and indicate complementary measure when and if needed. At the end, the professional schedules a second interview, which usually includes giving the patient a final report.
La primera entrevista del estudio clínico inicial (ECI) comienza una importante relación interpersonal. Su objetivo consiste en formular simultáneamente un diagnóstico, un pronóstico y un plan de tratamiento. El(la) entrevistador/a definirá y mantendrá el encuadre, con posibilidad de atender oportunamente cualquier urgencia. Antes de concluirla solicitará exámenes de laboratorio, interconsultas y otras medidas complementarias. Al terminar concertará una segunda entrevista, la que suele concluir con una "devolución".
Key words: initial clinical study (ICS), first interview
La entrevista es una reunión entre dos o más personas, concertada en un determinado lugar, con el propósito de comunicarse directamente respecto de algún objetivo compartido, empleando un lenguaje común, mediando la percepción global mutua. En la actualidad, el teléfono, la televisión y la internet han venido a crear un nuevo tipo de entrevista a distancia, con una percepción sensorial más restringida. Esta amplia definición pone de manifiesto sus conexiones con múltiples áreas de la actividad mental, tales como percepción, aprendizaje, comunicación, pensamiento, lenguaje, afectividad, motivación, relación vincular, transferencia, etc. Las vinculacio
nes interpersonales, el funcionamiento de grupos, la organización social subyacente y el problema del cambio, hacen colindar este tema con la sociología, la educación, la estética, la ética y la política. A la vez, el empleo de los signos, del significado, del conocimiento y su relación con tópicos como la trascendencia-inmanencia, nos llevan hasta el terreno de la filosofía. Aquí nos vamos a limitar al tema de la entrevista clínica.
La entrevista clínica
Decir entrevista clínica (1, 2), en vez de psiquiátrica (3-8), implica proponer que este abordaje, idealmente hablando, debería ser usado por todo clínico y no sólo por el especialista en psiquiatría. Ello sería una consecuencia natural, si se cumpliera cabalmente con los propósitos de la enseñanza psiquiátrica de pregrado, destinada a la formación del médico general (9, 10). Según estos objetivos, el estudiante de Medicina de pregrado debería quedar capacitado para realizar un diagnóstico y un tratamiento psiquiátrico simple y precoz (medicamentoso y/o psicoterapéutico), aplicado en el campo de la asistencia médica primaria. Esta práctica incluye habitualmente una significativa cuota de patología psiquiátrica aguda, que todo clínico general estará ineludiblemente obligado a abordar. Por otra parte, el médico general también debería haber adquirido en la enseñanza de pregrado un conocimiento eficiente para detectar precozmente, mediante un ejercicio mínimo de diagnóstico diferencial, aquella patología psiquiátrica más compleja que no podría ser abarcada por él en forma eficiente, aprendiendo a derivarla, en forma oportuna y adecuada, al especialista en psiquiatría, para su atención secundaria y terciaria.
El buen manejo de la primera entrevista constituye, además, un instrumento privilegiado para el ejercicio de aquella psicoterapia inespecífica1, que todo clínico va a ejercer necesariamente en su práctica diaria (4). Esta psicoterapia, aunque muy importante, suele ser de apariencia modesta, sin técnicas ni teorías específicas. Habitualmente constituye un componente implícito en el buen vínculo que desarrollaba tradicionalmente el "médico de familia", el "médico de cabecera", o "la convivencia amistosa" del acto médico en la perspectiva antropológica (11, 12). Tales desempeños se tornaron incompatibles con las actuales exigencias de la estadística y el apremio de horarios en la mayoría de los Servicios de Salud.
El estudio clínico inicial (ECI)
El propósito central del ECI consiste en formular y poner en marcha, simultáneamente, un diagnóstico, un pronóstico y un plan de tratamiento (1). Del modo cómo se inicie este contacto interpersonal dependerá el curso para establecerlo y mantenerlo luego en un encuadre adecuado, facilitando su desarrollo exitoso hasta una correcta terminación. Se establecerán aquí, desde el primer contacto, las bases de aquella importante vinculación personal y profesional que se ha denominado relación médico-paciente. Se constituye entonces una técnica y un arte, cuyos propósitos deberían converger en armonizar los siguientes objetivos:
Fundamentar un vínculo personal significativo entre el presunto enfermo y su clínico.
Recolectar información (semiología) de la patología actual, y sus antecedentes (historia).
Formular precozmente hipótesis diagnóstica y pronóstica provisorias.
Iniciar una gestión psicoterapéutica inespecífica.
Realizar atención inmediata de urgencias (psíquicas, somáticas, del ambiente).
Indicar estudios adicionales (interconsultas médicas, estudio psicológico, asistencia social, pruebas de laboratorio, etc.).
Formular y poner en marcha un plan global de tratamiento, incluyendo a la familia.
Confeccionar una ficha clínica para el archivo.
Establecer un nexo facilitador para la próxima (segunda) entrevista.
En síntesis, desde esta primera entrevista ya suele formularse una primera hipótesis global de lo que le pasa a la persona. Se irá ordenando la información recolectada, disponiéndola en los varios sectores del diagnóstico (tema a revisar aparte). Se irán confeccionando además un pronóstico y un plan terapéutico, dejando constancia de ello en una ficha requerida por el archivo. Después de completar este ECI en dos o más entrevistas, se procederá a la continuación de algún tratamiento específico. Esto implicará adoptar un cambio de encuadre en las entrevistas siguientes, punto especialmente digno de atención cuando se trate de iniciar diferentes tipos de psicoterapia (individual, de pareja, familiar o de grupo).
Diversos condicionantes de la primera entrevista
Son varios los factores que intervienen en una primera entrevista. Entre ellos podemos desglosar los siguientes:
1. de la orientación teórica del entrevistador;
2. de su manejo técnico;
3. de las contribuciones del entrevistado;
4. de la presencia de otros participantes;
5. del local donde se encuentran.
1. De la orientación teórica. Entre las orientaciones teórico-clínicas derivadas de la psiquiatría hay corrientes muy opuestas. Algunas consideran más "objetivo" privilegiar el papel médico de lo somático, lo orgánico y lo biológico. Otras, más "subjetivas", destacan la parte psíquica, la psicogénesis, y proponen posiciones psicodinámicas y psicoterapéuticas. La polarización versus la integración entre ambas posiciones puede tener una importante repercusión negativa en el encuadre, en el curso, la calidad y la producción de la entrevista inicial. Dichas teorías, muchas veces no explícitas, también van a tener una trascendente repercusión, tanto en la formación médica y psicológica del pregrado, así como en la formación de los especialistas del postgrado en psiquiatría.
La orientación teórica que suscriba y practique cada entrevistador/a (en cuanto a etiología y patogénesis), hará que el modelo utilizado en el ECI se pueda inclinar, en un extremo, a la indagación del síntoma, la enfermedad, el órgano o el organismo, sesgado por el prejuicio que enfatiza excesivamente lo genético. Entonces, la concepción diagnóstica, terapéutica y etiopatogénica podría venir a ser conceptualizada en términos clasificadores, predominantemente descriptivo-fenomenológicos, bioquímicos, farmacológicos o hasta físico-anatómicos. Para este enfoque el enfermo corre el riesgo de serlo "de por vida", donde los tratamientos sólo aportarían prótesis permanentes para compensar defectos inmodificables. Lo llamado "endógeno" se coloca así como incompatible con la noción de cambio en la estructura personal.
Por contraste, el entrevistador podría adoptar también una consideración excesiva de la persona en sus perspectivas sincrónica y diacrónica, entendiendo a cada individuo como proceso único, donde se integran lo psicológico y lo sociocultural, a lo largo de un desarrollo biográfico, con omisión de los factores genético-biológicos.
Ideal sería poder combinarlas equilibradamente mediante una buena capacidad semiológica (psíquica y somática), sumada a una fina captación fenomenológica de la psicopatología, por un lado, junto a una gestión comprensiva y "contenedora"-psicoterapéutica, que incluyera una perspectiva psicogenética, por otro. Se comprendería así el proceso evolutivo y dinámico de un "otro", afectado en el tiempo por múltiples circunstancias adversas, las que recayendo sobre un terreno genéticamente predispuesto, lo quebrarían hasta la enfermedad.
2. Técnica y estilo de conducción de la entrevista. La personalidad, las habilidades, la experiencia y destreza técnicas del(la) entrevistador/a influirán obviamente en la cualidad de la entrevista. Junto al tino, sensibilidad y estilo particular, se sumarán la buena disposición emocional actual, no interferida por factores externos (bullicio, interrupciones, limitaciones de horario, etc.), ni tampoco internos (somáticos y psicológicos, conscientes e inconscientes).
La organización del sistema de atención permitirá respetar el tiempo destinado a cada cual, sin fomentar las vastas listas de espera o las atochadas salas de espera. A partir de la puntualidad se establece un código lingüístico, donde las palabras van a corresponder a los actos. Si la citación ha sido marcada para las 15:30 horas y el clínico inicia puntualmente la entrevista a dicha hora, significa esperar que lo que se diga a continuación estará de acuerdo con lo que se haga. Además establecerá un código de ética, según el cual ambos tiempos y ambas personas merecen igual consideración. No se planteará una relación entre un "paciente" y un impaciente, o un dependiente frente a los arbitrios de un abusador.
Según los hábitos locales y personales, el(la) entrevistador/a hará entrar a la persona a la sala, tal vez saludando de manos, tratando de "tú" o de "Ud.", ofreciendo diversos indicios surgidos del entorno y de las actitudes, que van denotando implícitamente el tipo de relación jerárquica (democrática, autocrática, o anárquica), personal y profesional, que se pretendería establecer.
Después de verificar los datos de identificación, se podrá iniciar el diálogo con una pregunta muy simple, pero a la vez muy amplia, para dar la oportunidad de iniciar un relato de la manera más espontánea posible. Al decirle, por ejemplo: "¿Qué le ocurre?", o "¿Qué le ha traído a consultar?", podría facilitar que el entrevistado empezara a manifestar sus motivos de consulta de un modo tan claro y organizado, que no fuera necesario intervenir por bastante tiempo, apenas escuchando atentamente una confidencia fluida, coherente y empática.
Mientras se pone atención al contenido semántico, ambos participantes se observarán y evaluarán simultáneamente, con todos sus sentidos, registrando a la vez todo otro elemento periférico, verbal y no verbal, del lenguaje y de la conducta observable. Junto con recibir una íntima confidencia, el entrevistador empezará a registrar discretamente aquellos elementos espontáneos que irán a formar parte de los exámenes médico, neurológico y mental. También podrá recibir adicionalmente, desde el comienzo, información interferente de necesidades inmediatas de atención (angustia, desmayo, apuro por usar el W.C., llanto, ahogos, vértigo, náusea, vómitos, estado febril, hemorragia, etc.). Ello puede invadir el primer plano y lógicamente obligar a su atención perentoria, antes de poder proseguir con el tema central de la entrevista.
Si, por ejemplo, el relato se empezara a sobrecargar en cierto momento de detalles inútiles o contenidos vagos, o trajera asuntos sobreintelectualizados o demasiado abstractos; o si se cortara un tema con otro, 'dejándolos inconclusos, provocando confusión, distracción, aburrimiento, etc., el clínico debería poder reencontrar el hilo conductor perdido, teniendo en consideración que tales "deficiencias" de la comunicación no son deficiencias estructurales inmodificables, sino suelen constituir resistencias psicodinámicas inconscientes que pretenden evitar, a la manera de una fobia, ciertos temas que arrastrarían vivencias de un pasado demasiado angustiante. Se puede entonces tomar conciencia y poner en evidencia dichas formas de resistencia inconsciente, aunque todavía se ignore el verdadero motivo que las provoca.
A veces, si el paciente permaneciera demasiado tiempo en silencio, bastaría un breve gesto, un "mh", un "¿y?" o "¿entonces?", o bien la repetición de las últimas palabras emitidas, para reencontrar el fluir de la confidencia. Igual que en la música, resulta muy útil el empleo cuidadoso del silencio. El silencio es un índice del nivel de angustia en la sesión. En exceso, se va a convertir en sufrimiento inútil. En menor proporción puede ser un buen motivo de indagación hacia el insight. Se podría distinguir diferentes tipos de silencio. Silencio con pesar, avergonzado, culpable. Silencio depresivo, triste, decaído. Silencio conmovido, hondamente compartido, grato. Silencio desafiante, obstinado, agresivo, aislado, esquizoide o paranoide. El problema es cómo hacer del silencio una pieza de tránsito hacia una mayor comunicación, como si fuera un trozo de "acting-in" que necesitara convertirse en asociaciones verbales e interpretaciones.
Se comprende la necesidad de abstenerse de comentarios u otras manifestaciones involuntarias, tales como suspiros, movimientos de manos o pies, etc., que impliquen una distracción del tema central, así como evitar juicios de valor, críticas u opiniones inoportunas, que reflejen más bien algún interés particular del entrevistador y no del paciente. Negativa puede ser la expresión involuntaria de otros elementos distractores (verbales y no verbales), adicionales a la comunicación pertinente, tal como lo ha expuesto detalladamente Sullivan (7). Repercutirá así mismo en la entrevista la manera de formular las preguntas, porque en una primera entrevista debería evitarse caer en el diálogo de tipo encuesta o cuestionario, donde se empobrece el componente afectivo del vínculo y se estrecha la espontaneidad de la confidencia ilustrada. Tampoco podría irse al otro extremo, fomentando una asociación libre sin límites ni propósitos, como se daría en una sesión de psicoanálisis avanzado.
El clínico también registrará sus más íntimas reacciones efectivas y fantasías (naturales y de contratransferencia) frente al entrevistado (13, 14). Una buena atmósfera en la comunicación se irá cargando de interés, consideración, empatía, compasión, capacidad lúdica, sentido del humor y deseos espontáneos de servir. Estos sentimientos pueden contrastar con otros, menos positivos, teñidos de antipatía y rechazo, con aburrimiento, somnolencia, fatiga, angustia, malestar, náuseas, cefalea, tentación a la distracción, precipitación a moverse e interrumpir, etc. Es decir, desde el inicio se suele dar lugar así a procesos inconscientes más complejos, cargados de afectividad, denominados por el psicoanálisis como identificación proyectiva (15) y transferencia (16), por parte del(la) entrevistado/a, Contraidentificación proyectiva (17) y contratransferencia (18), por parte del(la) entrevistador/a.
A partir de una primera impresión global débilmente personalizada, irá apareciendo entonces la perspectiva biográfica de una persona particular, escudriñada hacia el pasado de su infancia, donde se nos permite imaginarla en el seno de su familia y en un mundo propio, acompañada de ilustraciones y anécdotas, capaces de fortalecer un vínculo rico de afectos. Sólo cuando se ha logrado desarrollar este diálogo confidencial, cargado de afectividad, entonces la aplicación de la "entrevista estructural" de Kernberg (19) puede ser un instrumento de mucha utilidad para el diagnóstico diferencial. En forma progresiva, aquella pregunta inicial "¿qué le pasa?", conllevará a preguntas mayores, como ser "¿y quién es Ud?".
Es frecuente que ya en el curso de la primera entrevista se deba indicar algún medicamento u otra intervención terapéutica inmediata. En la medida de lo posible, sería preferible no hacerlo hasta completar bien el ECI y poder así observar mejor la evolución espontánea hasta la segunda entrevista. El ECI puede requerir más de dos sesiones, particularmente en pacientes más complejos y en el caso de profesionales más jóvenes, con menos tiempo de práctica.
El(la) entrevistador/a tiene que dejar un documento para el archivo de fichas. Al respecto, Ruiz (20) efectuó un estudio de auditoría sobre 146 fichas clínicas de un sector de pacientes agudos dados de alta del Hospital Psiquiátrico de Santiago y constató que en ellas "se había omitido cerca de la cuarta parte de los datos clínicos básicos buscados". Comentaremos aparte el manejo de la ficha clínica en relación con la técnica de la entrevista.
3. Condicionantes desde el(la) entrevistador(a). Tomemos como modelo de esta discusión una sesión hipotética realizada con un adulto, en un consultorio de atención ambulatoria. La relación con el clínico la inicia el presunto enfermo mucho antes de ingresar al consultorio. Empezará a imaginar y prepararse, respecto de alguien a quien no conoce, para resolver asuntos que no domina, posiblemente muy amenazantes. Esta asimetría entre ambos favorecerá en el "paciente" la dependencia, la regresión, la idealización y otras defensas más o menos normales. Muchos elementos de su experiencia, remota y reciente, van a afectar la fantasía anticipadora del encuentro. Quien solicite una entrevista por medio del teléfono contactará la voz de una secretaria, o bien, escuchará el impersonal recado de una grabadora. Cuando la persona llega a una sala de espera, decorada de tal o cual modo, seguirá observando en este escenario la personalidad del otro, interpretada (consciente e inconscientemente) a la luz de su puntualidad, apariencia física, maneras y estilos, su marcha y sus movimientos, su modo de vestir y de arreglarse, todo lo que constituye un contexto pragmático pertinente a la comunicación.
Cuando el relato confidencial va trayendo importantes acontecimientos pasados, recordados vivamente y cargados de afecto, el(la) entrevistador/a podrá verse tomado/a por la emoción, hasta angustiarse o entristecerse y llorar (catarsis). A veces la persona será sorprendida de sus reacciones inéditas que habían permanecido virtuales, y que ahora se incorporan como integrantes de una identidad antes sofocada. Por ejemplo, se percatará que cuando recibió tal noticia debería haber sentido rabia, o que cuando empezó tal dolor de cabeza o aquel espasmo anginoso, debería haber tenido pensamientos, sentimientos y acciones que nunca imaginó y por lo tanto habían permanecido ignorados y virtuales. Ahora se podrían asumir por primera vez, en lo que constituye una "abreacción".
La edad del paciente hará bastante diferente una entrevista cuando se trate de un niño, un adolescente, un adulto o un senescente. Los dos primeros suelen venir acompañados de padres o tutores, y a veces son traídos en contra de su voluntad. Influirán también el sexo, la raza, el tipo constitucional (talla, biotipo, temperamento), así como el carácter de la persona. Intervendrá el estado de salud somática, así como la presencia de deficiencias o defectos físicos. Desde el plano sociocultural influirán la alfabetización, el idioma, la nacionalidad, la religión, el nivel socioeconómico; la estructura familiar y el lugar de residencia (campo, ciudad, etc.). Caso aparte lo constituyen situaciones de catástrofe y emergencias ecológicas.
El estado de las llamadas "facultades" del funcionamiento psíquico es parte del examen mental, incluyendo el tipo de contacto interpersonal, la empatía e insight, la simpatía habitual, como también la calidad de la afectividad, la motivación y los componentes temperamentales (21). Por último, influirá la impulsividad, la conducta motora, los estilos particulares o modas. Los rasgos psicopatológicos marcarán su presencia en la calidad de la entrevista. Algunas personalidades que utilizan las llamadas defensas de nivel bajo (22), especialmente el "acting" y la "somatización", podrán no manifestarlas plenamente en el curso de una primera entrevista. Rasgos psicopáticos, abuso de alcohol o drogas, fallas éticas, perversiones sexuales, crisis convulsivas, etc., son antecedentes que podrían esconderse intencionalmente. Aquí resultará indispensable complementar los datos iniciales con alguna información indirecta, aportada por terceros, o bien, mediante antecedentes reconocidos en otros ámbitos sociales. También podría complementarse el ECI con un detallado estudio psiquiátrico propiamente tal (5, 6).
4. Condicionantes derivados de la presencia de otros participantes. La entrevista suele ser entre un presunto enfermo y el clínico. Pero además, podrán concurrir el/la cónyuge y/u otros miembros de la familia o amistades próximas. Siempre nos sorprenderán aportando información insospechada.
De parte del entrevistador también pueden asistir a la reunión otros participantes del equipo, especialmente en aquellos centros que sirven a la enseñanza profesional, con la colaboración de estudiantes en práctica, becados y observadores afines (14). Estas reuniones de más de dos personas requerirán de una especial adaptación ambiental y de técnicas específicas.
5. De la ubicación ambiental. Circunstancias muy peculiares pueden hacer que el ECI se efectúe incluso en plena calle, por ejemplo, a propósito de un accidente de tráfico, o hasta en un medio de transporte. Cuando se ha solicitado una interconsulta, ella puede realizarse en una Posta de Urgencias en el Ambulatorio, en la sala de internación o en la UTI. También podría tener lugar en el domicilio del paciente, o en el consultorio privado. Las técnicas audiovisuales, la televisión a circuito cerrado y las salas con vidrio de visión unilateral utilizadas en la enseñanza, agregan condiciones excepcionales (14).
Finalización
El relato espontáneo del(la) paciente puede continuar fluidamente hasta finalizar esta primera entrevista, la que no podría demorar menos de cuarenta y cinco minutos. Se le comunicará, entonces, que el tiempo obliga a interrumpir. De no mediar cualquier otra urgencia, se dispondrán a concertar una nueva reunión para completar el ECI. Si fuera necesario, antes de concluir, se podría pedir otros exámenes, tales como estudio psicológico, asistencia social, interconsultas médicas, pruebas de laboratorio, etc. Podría ser útil en algunos casos concertar la participación de algún familiar con quien complementar la información y colaborar al tratamiento. La presencia del cónyuge u otros familiares podría dar lugar a una futura reunión, conjunta o independientemente. En todo caso, se dejará establecido un nexo que facilite la programación de la segunda entrevista (a revisar aparte), donde se completará el ECI.
Notas
1 Psicoterapia inespecífica se refiere a la gestión de amparo psicológico al paciente, incluyendo capacidad de simpatía y empatía, apoyo, orientación, consejo, información y especialmente capacidad de escuchar para entender a la persona y su historia (personal, familiar, conyugal), y no sólo a la patología somática.
Referencias
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Dirección postal:
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Recibido: Mayo de 1999.
Aceptado: Diciembre de 1999.
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